Albano Carrisi. "Amo Santiago de Compostela ahora sueño con ir a pie"

Al Bano hace cada año una parada en la localidad gallega, destino de peregrinación. «Allí encuentro una dimensión espiritual única. En Cellino San Marco di un techo a los refugiados ucranianos "

“He visto muchos lugares en mi vida, pero realmente muchos, muchos, muchos. Pero mi lugar del corazón es Santiago de Compostela». No duda, Al Bano es inmediato y resolutivo cuando se le pregunta cuál es para él ese lugar del alma que se añora y donde muchas veces se quisiera estar para encontrarse a uno mismo. Al Bano es una de las estrellas italianas más cotizadas, y ha estado de gira por todo el mundo, junto con Romina o como solista, desde la década de 1960. Hoy, este hombre de 79 años con una energía sorprendente sigue dando conciertos. En todas partes. “He cubierto el 90 por ciento del mundo. Extraño Mongolia y algunos países nórdicos: no voy allí porque no soporto el frío”, explica con una sonrisa y un escalofrío ante el solo pensamiento.



Al Bano es un hombre orgulloso de sus orígenes campesinos y estamos acostumbrados a pensar en él siempre “al sol”, combinándolo con los olivos de su querida Puglia. De su tierra lleva dentro de sí el orgullo, y también una reserva para expresar sus sentimientos más íntimos. Sin embargo, Al Bano Carrisi decide revelar algunos de sus recuerdos más íntimos en “Avvenire” y es capaz de sorprender con una confianza inesperada. Revelándonos que de todos los lugares nunca visitados, el atractivo especial, ese imán que atrae pensamientos y nostalgias, apunta hacia España y hacia uno de los lugares más sagrados de la cristiandad. “Santiago de Compostela siempre es un lugar fantástico, una vez al año vuelvo, tenga que dar un concierto allí o no -nos dice-. Es mi lugar del alma, hay vibraciones que sientes hasta con solo caminar”. Un lamento es que aún no he conseguido completar el "viaje" de Santiago a pie, el recorrido desde el siglo IX por millones de peregrinos: "Lamentablemente, el "viaje" hasta ahora sólo se ha hecho en coche, a falta de de tiempo. Pero nunca digas nunca».


Para Al Bano, hombre de fe declarada y sincera, el encuentro con el santuario donde se veneran los restos del apóstol Santiago se remonta a tiempos remotos. "Lo descubrí hace 45 años y nunca cambia. Yo vine allí a cantar, todos los años la Televisión de Galicia TV, que se llama La Gallega, me invita a Santiago por noviembre-diciembre. Pero de todos modos siempre vuelvo allí por mi cuenta también. No veo la hora de ir allí, y cada vez es siempre la misma emoción". Y mientras nos cuenta su experiencia, la voz se vuelve más soñadora y risueña, el entusiasmo se trasluce en cada sílaba. Pero, ¿cuáles son las sensaciones que sientes cuando te encuentras frente a la rica fachada barroca de la catedral o en las calles de la ciudad llenas de peregrinos de todo el mundo? “Escuchar que a la gente le gusta andar por las calles, el olor que cambia – explica el artista -. Conozco gente, tengo un gran respeto por la coreografía humana que me rodea, pero logro aislarme. Ese pueblo es una especie de “coquille St Jacques” donde al final estoy yo». En el caparazón del peregrino Al Bano logra encontrar esa paz codiciada por quienes llevan la exigente vida del artista, pero también por quienes, como él, han pasado momentos difíciles y dolorosos siempre en el punto de mira. La oración, la reflexión, el simple deambular por las calles de la ciudad histórica, lo hacen sentir simplemente él mismo. “Hay santidad en el aire de Santiago de Compostela -añade-. Evidentemente en mí ganan esos espirales de santidad que uno se encuentra caminando por sus calles. Nada cambia, todo sigue igual, una especie de belén viviente. Hay un mercado que es fantástico y hablo con todos allí. Más que hablar, sus frases parecen canciones gallegas».


Galicia también quedó en su corazón como territorio. “Otro lugar de ensueño son las Islas Cíes, frente a la costa gallega. La primera vez que fui allí, el cielo tenía unos rayos de sol especiales, y de vez en cuando aparecían nubes, y luego inolvidables reflejos en el mar -añade soñadoramente-. Recuerdo que había un pequeño cementerio, con un solo muerto y un pescador de sardinas, Antonito, con quien me hice amigo, junto con un grupo de estudiantes que me ofrecieron "agua ardiente", una especie de grappa. Un sueño se ha quedado en mi corazón. Pero me dijeron que construyeron y ya no quiero ir allí».

También hay otros lugares queridos por el cantante Al Bano, donde ya no puede ir, como el Teatro Mariupol en Ucrania. “En Mariupol canté, y cuando vi cómo redujeron ese teatro me quedé sin palabras, no hay límite para la bestialidad humana. También canté en Donetsk, en Donbass, eran lugares fantásticos...». El cantante no dudó en tiempo de necesidad en abrir los brazos y las puertas de su espléndida finca en Cellino San Marco, en Puglia, a los refugiados ucranianos. “Recibí a cuatro ucranianos, uno se fue a los Estados Unidos, tres todavía son invitados -dice poniéndose serio-. Son imágenes difíciles de olvidar. En cuanto una señora entró en la casa y me vio se conmovió porque no sabía quién la hospedaba: «¿Usted es Al Bano? ¿El de verdad?», dijo. Y miré a su hijo: tenía dos ojos como si le hubieran dado dos puñetazos de cansancio. Nunca lo olvidaré. El sacrificio de estas mujeres, lo que no experimentaron...».


Cellino San Marco, entre la paz de sus olivos, viñedos y piedras blancas de la finca ha sido siempre la "casa" de Al Bano, el lugar de origen al que volver después de cada viaje. ¿Podría convertirse en el lugar del corazón de estos refugiados? "Realmente espero que Cellino sea el lugar del cuidado y el corazón, de escapar de una guerra, de renacer. Y que en el futuro esta gente lo recordará así». Mientras tanto, otro lugar simbólico espera al cantante, el más querido y deseado por músicos de todo el mundo. “Estoy preparando un gran proyecto para mi 80 cumpleaños el 20 de mayo del próximo año en el Verona Arena -desvela-. Nada me ha faltado en la vida: los años de la próstata, infarto, cáncer, isquemia, edema de las cuerdas vocales. Un día me dirigí a Dios y le dije: "Amigo mío, ¿qué te he hecho mal?" Miré hacia arriba y no me ha pasado nada desde entonces.













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